viernes, 23 de marzo de 2012


Aun así habitaban los seres aquellos páramos, mendigando pequeñas palabras y compañía. Me acerqué a uno de ellos, él dijo: la maravilla no es transferible / la desesperación no se comparte. Yo razoné su desvarío y respondí: entonces sólo resta la vibración y el recuerdo y la analogía. Empatizar -se sabe- es cosa de dioses y la cordialidad duda de sí misma en toda boca. "Bello razonamiento, y sin embargo ¿Por qué te preocupaste entonces lo que un sol dura?" - preguntó sonriendo. Y en verdad tenía razón ¿valía la pena? Toda existencia se basta a sí misma, toda acción se dramatiza desde un drama personal. Todo el mundo es entonces un escenario de bellas tablas y los acompañantes un público fiel a la espera de la grandilocuencia y la afectación extática. "¿Esperabas una disculpa?" agregó con mordaz ironía. Callé pensativo, qué tristes estos páramos, qué solitarios aquellos seres. 


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