Cargo en mi sien dos niños apagados por el metal ¿No eras tú, oh Reina, una niña cuando recogías las flores de mi jardín? He visto sus ojos cerrarse y perderse en las visiones de medianoche, desfilando con mil nombres que la historia de los buenos no recordará. ¿Y para qué? ¿Para justificar una copa ofrendada a nuestros caídos? ¿Para aguantar muletillas religiosas en las fauces de los necios? Antes del crepúsculo crucificaremos otros mil nombres y ellos dirán tierra, dirán dios, dirán tributo y se regodearán poniendo palabras en la boca de la carroña. Oh Reina, mi mirada era un sol profundo antes que la lluvia negra de los cuervos me arrebatara el día
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