(...) En O esto o lo otro. “A”, el esteta, caracteriza su opción en un conocido fragmento:
Si te casas, lo lamentarás ; si no te casa, lo lamentarás también ; si te casas o no te casas, lamentarás ambos ; te cases o no te cases, lo lamentarás.
Ríete por las locuras del mundo o llora por ellas, lamentarás las dos ; te rías o llores por las locuras del mundo, lo lamentarás.
Cree a una mujer y lo lamentarás ; no la creas y también llegarás a lamentarlo ; creas o no a una mujer, lo lamentarás.
Cuélgate y lo lamentarás ; no te cuelgues y también lo lamentarás ; cuélgate o no te cuelgues, lamentarás ambos ; te cuelgues o no, lo lamentarás.
Esto, caballeros, es el resumen y la sustancia de toda filosofía.
Hay, observamos, un horror consciente a la elección, a la disyunción capital, por eso el esteta se moverá entre simplezas. Es el desesperado, el que conoce que no hay nada importante o trascendente, ni la felicidad quieta del ético ni la animalidad sensitiva del filisteo.
Su pregunta sería ¿Hay algo, a excepción de mi placer, que valga la pena ? La pregunta nos decanta hacia el nihilismo, el individuo se descubre a sí mismo en un primer movimiento de terror que sólo consigue una respuesta genital. Los sentidos son explotados al máximo en un alarde que incluye al tiempo y al ser. No hay otro valor que ese placer mismo, aunque el descubrimiento suma al sujeto en la melancolía extrema. El hombre es lo que es y actúa en si inmediatez. (...)
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