La pintura acrílica sin diluir tiene una consistencia bastante rígida, aunque esto varía según el color. Sólo unos pocos colores son fáciles de recoger con el pincel sin diluir en orden a aplicar capas de color opaco, pero generalmente hay que mezclar la pintura con agua o medio acrílico. En este aspecto, los acrílicos son muy similares a las acuarelas donde los colores que se utilizan son bastantes transparentes (a mayor cantidad de agua, mas claro el color que resulta).
La acuarela se forma de pigmentos con goma arábiga o miel. La pintura de la acuarela se hace en capas trasparentes, así se logra un brillo inusual; la técnica antecesora a la acuarela eran los frescos, muy usados entre los años 1500-1520.
La pintura al óleo utiliza el aceite para disolver los colores.
La escuela flamenca del siglo XV, desde Van Eyck, se caracteriza por la aplicación sistemática de pastas coloreadas que tenían como base el aceite y la resina. Los colores se disolvían en aceite de linaza o de nueces; en caliente se le añadían resinas duras (ámbar o copal) y por medio de los aglutinantes—en cantidades y calidades diversas—se podía regular la velocidad de secado de la pintura, permitiendo de esta manera un trabajo lento o rápido, según interesase.
La distinta dosificación de disolvente proporcionaba, por un lado, la utilización de tintas fluidas y transparentes, aplicadas por medio de veladuras para obtener las luces (mediante la transparencia del yeso del fondo), para sombrear delicadamente, o para matizar el color del fondo; por otro lado, con escasas dosis de disolvente se podían obtener pastas densas que servían de fondo o acentuaban resaltes.
Los venecianos, por su parte, utilizaron durante los siglos XV y XVI unas resinas más suaves, en lugar de las duras empleadas por los flamencos, y unos aceites más depurados...